domingo, 6 de noviembre de 2016

Sensaciones

    
   
      Su piel aparentemente era como cualquier otra. Se enfriaba y amorataba con el frío, se abrían sus poros y fluía el sudor con el calor. Se estiraba por las mañanas y se apaciguaba  cuando el sueño la cubría con su sombra. Se disparataba en risas con las cosquillas y se humedecía con las lágrimas. Aparentemente como todas...pero le faltaba algo... Era incapaz de disfrutar las caricias!
      Ella no sabía el por qué, pero tenía la larga y repetida experiencia de verse envuelta en caricias sin sentirlas. De ver como aterrizaba sobre su epidermis besos tenues y anhelantes de despertarla, pero sin conseguir crearle cualquier cosquilleo. Labios lúbricos impregnados de humedad que iban al encuentro de los suyos con una lengua que cuando se introducía en su boca se encontraba perdida debido a su gran apatía. Dedos que se agitaban , primero con estudiada lentitud y suavidad, luego con una mayor intensidad, intentando provocar una respuesta que nunca llegaba. Pocos y siempre dolorosos embates del sexo ajeno, cuya imagen erecta le asustaba y su proximidad le provocaba dolor en vez de ser capaz de despertar su melodía interior.Todo ello la envolvía en una cierta desazón y desesperanza, de no ser capaz de compartir lo que ella intuía, pero no sentía, como algo placentero. 
      Pero un día, no recuerda cómo, lo conoció a él. Se empezó a sentir a gusto con él, tanto que su cercanía le agradaba, aunque su proximidad, con su dolorosa experiencia, le asustaba. Él empezó a darse cuenta del problema que ella tenía y cuando enfrentaron sus desnudeces él las revistió de paciencia. Sin prisa aparente, pero con agudeza él esculcó en aquel cuerpo, que tanto le seducía y no le respondía, hasta encontrar el cabo del hilo. Un hilo del que, con caricias repetitivamente dulces, fue tirando de él. Descubriendo de ella aquellos recovecos, más sensibles, a cuyas hábiles caricias no pudo resistirse. 
        Poco a poco, aquella piel, gracias y con él fue descubriendo el cosquilleo de nuevas sensaciones. Eran sensaciones desconocidas, que se iban acelerando, crecientes y que le hacían sentir tan a gusto que provocaban algo en su interior que le pedía más. Pronto el gusto por la piel de él se transformó en un ansia que le hacía desearlo, sentirlo por entero, hacerlo suyo como nunca había hecho con nadie. Por eso, la primera vez que vio su verga enhiesta, con sus venas dilatadas y teñida de un color apretadamente morado, paradójicamente la temió y, a la vez, la deseó con todas sus ganas. El impacto fue más leve de lo que suponía y enseguida empezó a gustar el roce de cada uno de sus milímetros en aquella oquedad suya,siempre tan tradicionalmente cerrada. Los movimientos de él hacía que fluyera con soltura allí dentro, mientras ella la abrazaba sin brazos y su excitación iba creciendo en dimensiones nunca vistas. Un extraño calambre recorrió todo su cuerpo hasta extenderse por cada una de sus células, provocándole una desusada agitación y escuchándose unos gemidos incapaces de silenciar que terminaron en un largo grito. Mientras ella se desplomaba sobre las sábanas, sintió en su interior una catarata que la llenaba, mientras ambos se fundían. 
        Fueron unos minutos o quizás sólo fue un instante, la mente de ella por primera vez quedó en blanco o era iluminada? Y supo, entonces, que aquellas sensaciones, una vez conocidas, que habían brotado de su interior nunca más volverían a morir y ello hizo que una sonrisa iluminara su cara como nunca lo había hecho.
     

martes, 31 de marzo de 2015

Una mirada cristalina

El día amaneció con un sol brillante, con rayos que iluminaban incluso aquellas partes del  interior de él que sentía más ocultas. Eso le provocó una doble sonrisa, por dentro y por fuera. La de fuera se hizo más amplia en el momento en el que vio acercarse a ella.  Las oscilaciones graciosas de su cuerpo le provocaban unas vibraciones que, así mismo, percibía no exentas de un cierto goce, aderezado por una levísima humedad. Pero esta vez, se dio cuenta, que aquella excesiva luminosidad le perjudicaba porque el rostro de ella estaba semioculto por los grandes cristales marrones de sus gafas de sol.Llevaba tanto tiempo ansiando este momento…quería aburrirse mirando aquellos ojos de mirada única que, ahora, era incapaz de adivinar por la opacidad de aquellos cristales. No tuvo que decírselo, ella le adivinaba muy bien el pensamiento y subiendo sus gafas a modo de pasada que sujetaran sus cabellos, que bailaban con estudiada locura, dejó al descubierto aquellos ojos tan hermosos que él recordaba. Hasta entonces, sus citas habían sido tan cortas, que no sabía muy bien por qué había sido incapaz de definir el color de aquellos ojos. Pronto sabría la razón…

Son color miel, le había aclarado ella, y sí, él se dio cuenta, al fijarse en ellos de manera descarada, que ese color dulce era el de su pupila y el de sus miradas.  De pronto, algo le llamó la atención la mirada de ella empezaba a materializarse.  Primeramente su rostro estaba un poco vuelto, como ayudando a sus ojos a que miraran sesgados, como intentando esconder con ello un velo de timidez. Poco a poco, como ganando en confianza, su cuello se giró y él percibió frente a sí aquellos ojos adornado de rizadas pestañas negras, que comenzaban a mirarle, a modo de juguetón desafío, con creciente intensidad. Se sintió hipnotizado, dejó inconscientemente hasta de pestañear, y observó  como una extraña capa brillante iba tiñendo aquellas superficies oculares. Una metamorfosis se estaba desarrollando a medida que se sentía envuelto por aquella mirada, aquellos ojos se estaban transformando en un cristal brillante de brillo diamantino, que no parecía ser natural. Entonces fue cuando le pareció que aquel cristal que protegía, adornaba e iluminaba aquellos ojos de una manera que le pareció única, se quebraron en mil cristalitos que como una lluvia de primavera o un manantial florido se derramó sobre la mesa que compartían. Tras ese extraño fenómeno, los ojos melosos de ella, volvieron a ser “normales”.


Él notó el rubor subiendo a  sus mejillas ante aquella imaginada visión. Se estaba trastornando… Para disimular aquel azoramiento, apoyó sus manos en la mesa para ponerse en pie y, tuvo que quitarlas de manera súbita, al notar como aquellos cristalitos se le habían clavado en la palma de las manos…

jueves, 12 de marzo de 2015

Dame tus manos

     

       Dame tus manos, quiero sentirlas apretadas a las mías. Esas manos que veo, como una fruta prohibida, y que percibo cargada de sensaciones. Las manos que siempre te han acompañado, tan necesarias y casi sin prestarles atención. Manos que destaparon, primero con ingenuidad y luego con pasión, el frasco de las caricias, algunas todavía vibrantes, otras olvidadas y arrepentidas. Esas manos que agradecieron tus hijas cuando las arrullabas y en las que se sintieron cobijadas en la mayor de sus seguridades. Manos que restregaron ollas, que limpiaron cristales, que abrillantaron suelos y empujaron muebles. Manos con dedos vivos que teclearon máquinas y que hoy lo hacen sobre el teclado del pc. Manos que manejan el volante y te conducen, en muchas ocasiones, camino de tus sueños. Manos que hablan de tu faceta de artista, de esos dibujos con los que retratas la realidad o de esas palabra que escribes para sacarlas de tu interior y, finalmente, como si se trataran de un rumor, disolverlas en el aire.

       Manos que hace tiempo vi, pero en las que, un día, especialmente me fijé, cuando adornaste tus uñas de ese intenso color burdeos, que las vistió de atractivo y que imposibilitaron que me pasaran inadvertidas. Esas manos que busco en mis fantasías, soñando cómo se posan sobre mi piel, distrayéndose sobre ella, sin prisas, hasta llegar a mis rincones más imposibles. Esas manos que quiero sentir sobre las mías, abrazándonos nuestros dedos, fundiéndose mutuamente en ese tacto vivo de nuestras palmas maduras, hasta igualar sus temperaturas. Cerrar los ojos y sólo sentirte a través de ellas. No te hagas más de rogar y dame tus manos, apretándolas contra las mías, lo más fuerte que puedas...y ¡soñemos!

martes, 13 de enero de 2015

Ansia de ti

   
   Tengo ganas de ti, de tenerte en mis manos y envolverte en mis caricias. Deseo sentir cómo, casi mágicamente, adquiere tus más impresionantes formas, densas, rutilantes... Aspirar tu olor íntimo que me seduce más que la colonia más cara. Introducirte en el interior de mi boca y jugar, primero suavemente y luego con esa brusquedad que tanto te gusta, azotándote con mi lengua. 
     Tengo ganas de ti, sólo de pensarte mis poros se abren para que los calmes con tus caricias. Mis pechos construyen un camino por el que deslizarte y la más dulce de mis honduras, te espera, se abre a tu paso, te abraza con mis carnosidades y disfruta sintiéndose totalmente llena contigo y del empuje brutal de tus embates, que van haciendo crecer mis cotas de placer a esas alturas donde tú sólo sabes llevarme, una vez, otra y otra...

martes, 25 de noviembre de 2014

Amaneciendo en besos

Me gusta despertar a tu lado. Abrir poco a poco los párpados y adivinarte en la penumbra. Contemplarte cuando duermes. Recibo y acojo el calor de tu respiración. Miro las líneas de tu rostro y un pecho que, atrevido, parece intentar escapar de tu escueto camisón. Me acerco a ti, no aguanto más, tengo el deseo intenso de sentirte y mis labios se humedecen  instantes antes de comenzar a posarse sobre tu cara. No quiero despertarte y te beso con toda la suavidad que puedo, como si se posara una mariposa sobre tu piel, recorriendo levemente las líneas de tu rostro. Gozaba contemplándolas y ahora, dibujándolas con mis labios.  Muy despacio mis labios regocijan cada rincón de tu frente y se deslizan por toda su frente, sienten el alegre cosquilleo de tus pestañas y  descienden por tus mejillas. Rozo, ahora, tus labios y paladeo el sabor de tu saliva que resbala mansamente a su través. Minúsculos besos, nano besos gustan cada milímetro de tus labios y ronronean en la hondonada de tu barbilla. Voy bajando por tu cuello como quien se desliza por una pista de mil sabores y como una bola que crece, así lo van haciendo mis instintos, mi deseo de ti. Descanso, sólo un instante en tu escote y mi lengua sale fuera a hurgar en el nacimiento de tus hermosos pechos. El que se estaba saliendo se escapa del todo y su pezón se ofrece, con descaro, a mis labios que lo apresan, como si se reencontrara con un amante al que hace años que no ve. Es demasiado, lo sé y tu sueño no resiste tanto. Te  mueves, primero tu cuerpo casi imperceptiblemente, luego es tu cuello el que gira y, no sé cómo, todavía con los ojos cerrados tus labios logran cazar a los míos, humedecerlos de tu sabor de amanecida y penetrármelos con tu lengua aún medio dormida. Son unos instantes casi eternos, intensos, íntimos… al fin, tus ojos se entreabren y mi boca, logra  escapar para decirte:

-¡Buenos días!

martes, 11 de marzo de 2014

Cuestión de números

   

      Siempre me ha apasionado el mundo de los números e incluso aquella vieja teoría de conjuntos que hoy tiene menos aplicación que una cinta magnetofónica. A lo largo de mis ya muchos años me quedé obsesionada con el concepto del conjunto unitario. Así me he sentido yo durante mucho tiempo, aprisionada yo misma entre aquellas llaves que tanto me costaba trazar sobre el papel. Nunca tuve suerte con los hombres que elegí, entre cuatro y siete, prefiero haber olvidado exactamente cuántos. Aunque lo que no olvido era el cómo eran: celoso y absorbente o superficial e insulso o aquel otro insultante y maloliente. Fueron desgraciadas apariciones en mi vida o, más bien, desacertadas elecciones? Nunca lo he sabido.

      Pero un día te conocí y a pesar de que, en principio, me resistí, finalmente sentí esa extraña atracción por ti. A medida que te iba descubriendo tu inteligencia me iba seduciendo y tu ternura, uno de mis mayores anhelos, primero con tus palabras y luego ¡sorprendiéndome!, con tus dedos, acabó por desmoronar los últimos restos de mis defensas.

        Así un día me descubrí con mis labios colgados de los tuyos. Gustando ese sabor tuyo, tan distinto a todo lo que había probado y temblé, a la vez que me alegré cuando noté cómo, aquellas llaves que me encerraban en la unitaria soledad, se quebraban para siempre. Éramos dos!

        Desde entonces compartimos la vida a par cual dos siamesas. Dicen que tres son multitud, pero hoy he tenido la experiencia del cuatro. Del roce tierno y desesperado de nuestros cuatro pechos, frotándose dos a dos en una experiencia única de cercanía a ti y que, a partir de ahora, no lo dudes, repetiremos muchas veces más!

martes, 4 de marzo de 2014

El despertador de besos

         

           ¡Cuánto le costaba despertar por la mañana y qué desagradable el timbre estridente de su despertador! Ojos pegados, cansancio adherido a los huesos, músculos que se resistían a moverse y, lo peor, el ánimo bajo ante todo ese día que se le extendía por delante. Despertaba siempre acompañada en su cama, sufriendo la soledad y soñaba…soñaba con tener un despertar diferente, que fuera producido por un despertador de besos.


                Un día sucedió algo distinto. Estaba profundamente dormida cuando empezó a sentir un leve cosquilleo por su cara, que se desplazaba con estudiada lentitud. Luego se dirigió hacia su cuello dibujando en él invisible collares y poco a poco se fue espabilando. Sin verlos imaginaba aquellas sensaciones provocadas por pequeños besos, que los imaginaba de hermosas formas y colores. Besos que ahora se posaban sus pechos que, receptivos, se adornaban por sí solos. Como una hilera de cosquillas fue zigzagueando por su barriga a la vez que ella despertaba y una sonrisa se le iba dibujando en sus labios. Se detuvo entre sus piernas, enlenteciendo su respiración y abriendo los poros de toda su piel. Ya estaba casi despierta cuando el cosquilleo vistió sus piernas de placenteras sensaciones que acabaron disolviéndose en cada uno de los dedos de sus pies. Hoy sí que  me voy a levantar contenta, pensó un instante antes de abrir los ojos y justo en ese momento, como un trueno prolongado, el sonido estridente de su despertador la despertó del que había sido su más hermoso sueño de los últimos años.